“La única manera para saber si hay hielo en la Luna es la de ensartar nuestras dedos bajo su superficie». Quién sabe si Alan Binder – director del Instituto de Investigación Lunar de Tucson, Arizona – pronunciando estas palabras tenía en mente «La distancia de la Luna«, relato contenido en las Cosmicómicas de Italo Calvino.

Photo: Kattykawn
Según la voz narradora de aquel cuento, cuando en épocas remotas nuestro satélite se encontraba en el punto de su órbita más cercano a la Tierra, la distancia entre los dos cuerpos celestes era tan reducida que se podía apoyar una escalera a la superficie lunar y, con un salto, llegar a pasearse por sus mares desiertos. Aquí era posible recoger con una cuchara «leche lunar, una especie de ricotta (requesón) situada en los intersicios de la corteza de la Luna formada por jugos vegetales, renacuajos de ranas, lentejas, miel de abejas, cristales de almidón, sales minerales y materiales de combustión».
Cuando el autor nacido en Cuba escribió esa obra – entre el 1964 y 1965 – el hombre ni siquiera había pisado el suelo lunar pero el Calvino imaginario de ese período no estaba tan lejos de la realidad.
Gracias a las misiones que lo han visitado durante los últimos 10 años, en efecto, en nuestro satélite se ha encontrado cantidad de recursos naturales, muchos más de los que se podía sospechar hace 40 años. A día de hoy la Luna se ha convertido en el nuevo El Dorado de la exploración espacial, cuyas reservas podrían ser utilizadas para satisfacer las necesidades de una futura colonia lunar, último baluarte para llegar a Marte.
El agua es, sin duda, el elemento más buscado después de que el satélite indio Chandrayaan – lanzado en 2008 – puso en evidencia su presencia en estado sólido en el Polo Norte lunar. El hielo podría venir de asteroides y cometas que desde siempre han bombardeado la Luna a causa de la total ausencia de atmósfera. Pero también el hidrógeno transportado por el viento solar podría haberse combinado con el oxígeno presente entre sus minerales, dando lugar a yacimientos subterráneos de agua helada. En el caso de que fuese encontrada, el hidrógeno y el oxígeno que la componen serían separados de nuevo para ser utilizados el primero como combustible en los sistemas de propulsión para misiones interplanetarias, el segundo para garantizar la supervivencia de los colonos del futuro.
Y siguiendo en el ámbito literario, inevitablemente Luna rima con fortuna. Entre sus riquezas actualmente más cotizadas el elemento estrella es sin duda alguna el helio-3, el equivalente espacial al petróleo que podría alimentar centrales de fusión nuclear sin emisiones de gases de efecto invernadero. China ha estimado que con tan sólo 10 toneladas de ese precioso isótopo del helio podría saciar sus necesidades energéticas durante al menos medio siglo, una cifra irrisoria si la comparamos con los 50 millones de toneladas presentes en la Luna (en la Tierra no supera los 500 kilogramos).
En definitiva, volver a explorar nuestro vecino planetario hoy y comenzar a habitarlo en el futuro parece ser otro paso inevitable para el hombre.
[…] en nuestro satélite natural. Estos evidencian que los oscuros cráteres del suelo lunar esconden ricos tesoros. Escombros expulsados del cráter Cabeus, unos 20 segundos después del impacto del LCROSS. El […]
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